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DEJE DE PREGUNTAR "¿POR QUÉ?", EL DIOS SOBERANO NO TIENE POR QUÉ DARLE EXPLICACIONES, Jerry Bridge



DIOS NUNCA EXPLICA

Con frecuencia, cuando un maestro nos entrena en una habilidad, como atletismo o música, nos explica el propósito particular del ejercicio que nos pide hacer, y aunque a veces pueden ser tediosos e incluso dolorosos, los podemos resistir porque sabemos su propósito y el resultado que se pretende.
Pero Dios nunca nos explica lo que está haciendo o nos dice el porqué. No hay ninguna indicación de que alguna vez haya explicado a Job las razones de su terrible sufrimiento. Como lectores, estamos detrás de la escena, y observamos la guerra espiritual entre El y Satanás, pero lo que podemos ver en la Escritura, es que Dios nunca le habló a Job acerca del tema.

Lo cierto es que Dios en realidad, nunca nos dijo en la Escritura, por qué le permitió a Satanás afligir a Job como lo hizo. Basados en la verdad de Romanos 8:28 (que fue tan válida para Job como lo es para nosotros), debemos concluir que al permitir los ataques de Satanás contra Job, Dios tenía un propósito mucho mayor que simplemente usarlo como instrumento en una "confrontación" entre Él y Satanás. La parte de éste en el drama parece olvidarse, pues no se vuelve a mencionar después de sus dos retos a Dios en Job 1-2. El relato no concluye con una conversación entre Dios y Satanás en la que se afirme la "victoria" sobre su adversario. Por el contrario, termina con una conversación entre Dios y Job en la que éste reconoce que por medio de sus tribulaciones ha llegado a una relación nueva y más profunda con Él. Job dice: "De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven" (Job 42:5). Podemos concluir que esta relación más profunda, fue uno de los resultados (y no todos) que Dios tenía en mente todo el tiempo.

A veces, después que termina la adversidad podemos ver algunos de sus resultados positivos en nuestras vidas, pero rara vez podemos verlos durante el momento de la prueba. José seguramente pudo ver algunos de los resultados de la aflicción que Dios había permitido en su vida después de haberse convertido en primer ministro de Egipto, pero en realidad no pudo notarlos mientras vivía esa situación. Para él todo el penoso proceso debe haber parecido desprovisto de cualquier significado y muy contrario a sus expectativas del futuro, como se le revelaron a través de sus sueños.

Pero ya sea que veamos o no resultados benéficos en esta vida, estamos llamados a confiar en que Dios en Su amor quiere lo mejor para nosotros, y en Su sabiduría sabe cómo hacer que ocurra. Pienso en una amiga muy querida que durante más de treinta años ha pasado por una tras otra adversidad, enfrentando increíbles problemas físicos en la familia, numerosas dificultades financieras y aflicciones familiares, y hasta donde yo sé ningún "bien" aparente ha resultado de estas adversidades. No ha habido un final feliz como en el caso de José o Job. Sin embargo, en una carta que recibí de ella mientras escribía este capítulo, decía: "Yo sé que Dios no comete errores: porque en El, Su camino es perfecto".

Por lo tanto nunca deberíamos preguntar "¿por qué?", en el sentido de exigir que Dios explique o justifique sus acciones o lo que permite que suceda en nuestras vidas. Margaret Clarkson dijo: "No podemos exigir de un Creador soberano que dé explicaciones a Sus criaturas... Dios tiene buenas y suficientes razones para Sus acciones; debemos confiar en Su sabiduría y amor soberanos".

Cuando digo que nunca deberíamos preguntar "¿por qué?", no estoy hablando del espontáneo grito de angustia cuando nos llega la calamidad, a nosotros o a un ser querido. Mas bien me refiero al continuo y persistente "¿por qué?", que tiene tono acusador hacia Dios. El primero es una reacción humana natural; el otro una reacción humana pecadora. Tres de los Salmos empiezan con "¿por qué?": "¿Por qué estás tan lejos?" "¿Por qué me has desamparado?" "¿Por qué, oh Dios, nos has desechado para siempre?" (Salmos 10, 22, 74). Pero cada uno de ellos finaliza con una nota de confianza en Dios. Los salmistas no permitieron que sus "porqués" se prolongaran; ni que echaran raíces y crecieran convirtiéndose en acusaciones contra Dios. Sus "porqués", eran en realidad, gritos de angustia, una reacción natural ante el dolor.

En contraste, según el autor Don Baker, hay dieciséis "¿por qué?" en el libro de Job. El le preguntó a Dios "¿por qué?" dieciséis veces, de manera insistente y petulante y, como muchos han observado, Él nunca le respondió a sus "porqués". Mas bien le contestó "quién".

El pastor Baker en su libro sobre Job dice: Desde entonces dejé de buscar la respuesta a esa pregunta (¿por qué?) en mi propia vida... Dios no me debe ninguna explicación; Él tiene derecho de hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera. ¿Por qué? Porque es Dios... Job no necesitaba saber por qué estas cosas sucedieron así, sino quién era el responsable y quién tenía el control. El solamente necesitaba conocer a Dios.

Al usar a Job como ejemplo de preguntar "¿por qué?" en un sentido malo o pecador, no quiero denigrarlo. Yo sé que muchas veces he hecho esa pregunta en circunstancias obviamente mucho menos difíciles que las que le sobrevinieron a él. Dios mismo nos recomendó la rectitud de Job; pero Él no sólo estaba tratando con Job, sino que registró esos hechos para nuestro beneficio y para que aprendamos de ellos. Parece claro que una de las lecciones que Dios quiere que aprendamos de la experiencia de Job es la que el pastor Baker aprendió: Dejar de preguntar "¿por qué?"

Así como Dios ha usado durante siglos el Salmo 51, siendo la oración de confesión y arrepentimiento de David por su adulterio, para enseñar a Su pueblo, también ha usado las luchas de Job con la duda acerca de la bondad de Dios, para el mismo propósito. Todavía recuerdo mi primera lucha consciente con la bondad de Dios casi treinta y cuatro años antes de escribir este libro. El pasaje que satisfizo mi necesidad en el momento fue uno del libro de Job, donde Dios lo confronta por su osadía, a través de Eliú. Esto hizo que me diera cuenta y me arrepintiera de mis acusaciones contra Dios. Así que no queremos criticar a Job, sino aprender de él acerca de lo pecaminoso de exigir a Dios "¿por qué?"

Pero, aunque nunca deberíamos exigir un "¿por qué?", podemos y debemos pedirle a Dios que nos capacite para comprender lo que nos puede estar enseñando por medio de una experiencia particular. Pero inclusive aquí, debemos ser cuidadosos de no estar buscando satisfacer nuestras almas al encontrar algún "bien" espiritual en la adversidad. Mas bien, debemos confiar en que Dios está obrando en esa experiencia para nuestro beneficio, aunque no veamos resultados positivos. Debemos aprender a confiar en Dios cuando no nos dice por qué, o cuando no entendemos lo que está haciendo


Colaboración de: PIEDAD H. NAVARRO LÓPEZ a través de XIMENA BORJA


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