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LOS TRES VELOS DEL TABERNÁCULO-TEMPLO, ("Apo. 1-La Revelación de Jesucristo"), Dr. Stephen E. Jones




Los velos del Templo

La luz y la gloria que estaba en Jesús se ocultaba por el velo carnal hasta que los tres discípulos vieron su gloria en el Monte de la Transfiguración (Mateo 17: 1-2). En Pentecostés, la gloria de Dios vino a habitar en nuestros cuerpos, después de haber dejado el antiguo templo de Salomón, que fue hecho de meras madera y piedra. Esto es lo que Pablo quiso decir cuando habló de nuestros cuerpos, que son los templos de Dios. También habló de "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Colosenses 1: 27). Cristo es formado en nosotros, pero Él todavía está velado por nuestra carne. En la Segunda Venida, la revelación hará que Cristo sea evidente para todos.

Sin embargo, esto no significa necesariamente que todos Le verán cara a cara. De hecho, así como Moisés salió de la montaña y se vio en la necesidad de poner un velo sobre su rostro para ocultar la gloria de Dios, también Jesucristo regresará con un velo. Él será visible, pero también velado, porque habrá muchos en la Tierra que, como Israel, querrán huir de Él en su gloria (Éx. 34: 30). Y así, su plan es manifestarse en los hijos de Dios. Es para velarse con su carne a Sí mismo y su gloria, tal como su gloria fue velada en la carne en su Primera Venida. Sólo aquellos que hayan entrado en la experiencia completa de la Fiesta de Tabernáculos realmente Lo verán cara a cara, sin velos que oculten su gloria.

Todos los demás Lo verán a través de uno, dos, o tres velos. El último velo que separa el Lugar Santo del Lugar Santísimo es el único y verdadero velo, por supuesto, pero antes aún había otras dos restricciones que la gente tenía que pasar con el fin de acercarse a Dios. 

La primera era la puerta del Atrio Exterior. En tiempos de Jesús un muro separaba a las mujeres y a los gentiles, que no podían entrar por la puerta. Pablo se refirió a este muro en Efesios 2: 14,

14 Porque Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la barrera del muro divisorio.

El segundo obstáculo era la puerta del propio Santuario (Lugar Santo), que se permitía sólo a los sacerdotes y nazareos.

La tercera barrera era el velo en el Lugar Santísimo, el cual restringía a todo el mundo, excepto al Sumo Sacerdote, a quien se le permitía entrar un solo día en el año, el Día de la Expiación.

Por lo tanto, cuando leemos que el velo que separa al hombre de Dios, tal como se representa en el Templo, realmente deberíamos ver esto como tres velos que separan a los hombres de Dios. Los no creyentes Lo verán a través de tres velos, pues había tres velos o puertas en el Tabernáculo de Moisés.

Los creyentes, aquellos justificados por la fe, los que han experimentado la Pascua, son los que han entrado por la entrada de la tienda al Atrio Exterior. Después de haber pasado por el primer velo, están separados de la gloria de Dios por tan sólo dos velos.

Los verdaderos pentecostales, los santificados, apartados para el sacerdocio, son los que han experimentado Pentecostés. Estos han pasado por el segundo velo al Lugar Santo y están separados de la gloria de Dios sólo por el velo final.

Los Vencedores, los que forman parte del Cuerpo del Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec, son los que van a disfrutar de la Fiesta de Tabernáculos (Cabañas). Estos son aquellos en quienes Cristo ha hecho "tabernáculo" en el sentido más pleno de la palabra. Tendrán acceso al Lugar Santísimo para conocer a Cristo cara a cara en toda su gloria.

Yo creo que todos los hombres verán a Cristo, pero al principio la mayoría Lo verá sólo en los hijos de Dios (los Vencedores). Nadie va a ver a Cristo sin pasar por las barreras de los tres velos. Este es el propósito de "la revelación o manifestación de los hijos de Dios" y "la revelación de su gloria". Juan dice en Ap. 1: 7 que "todo ojo le verá". Sin embargo, Juan no dice cómo ni en qué momento del tiempo. Creo que, con el tiempo, todo ojo le verá, pero sólo después de que hayan sido preparados por haber pasado por las puertas o velos correctos. Primero deben ser justificados por la fe, después santificados por el Espíritu, y, sólo entonces, podrán entrar por ese último velo y contemplar la gloria de su rostro a cara descubierta.

La revelación (apocalipsis) de Jesucristo, entonces, viene en tres etapas básicas. Estas etapas están representadas por las tres principales fiestas de Israel: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, así como por la estructura del Santuario. A nivel personal, entramos en el Lugar Santísimo a través de los pasos progresivos de la justificación, santificación y glorificación.

En la aplicación histórica, los primeros que pasan a través de estos tres pasos hasta la glorificación final del Cuerpo (la cosecha de la cebada) son los Vencedores. Después, en la Resurrección General, que es la cosecha del trigo, el resto de los creyentes entrarán en plena madurez y glorificación. La presentación de Cristo al resto de la Creación deberá esperar hasta después de que hayan sido juzgados (cosecha de la uva, que es hollada) en el llamado "Lago de Fuego". Este fuego no es una cámara de tortura, sino la "Ley de Fuego" dada en el Sinaí (Deuteronomio 33: 2) que fluye del Trono de Dios (Daniel 7: 9-10). Un trono es un símbolo de la Ley, mediante la cual un monarca gobierna y juzga.

Hemos tratado con estos grandes temas en otros libros, en particular en Las Sentencias (Juicios) de la Ley Divina. El punto que queremos hacer aquí es que la revelación (apocalipsis) de Jesucristo es, creo, una serie de acontecimientos históricos, así como las experiencias personales por las que nos acercamos a Él. Las fiestas de Israel sirven para profetizar sobre ambos niveles.

En el momento de escribir esto, la revelación de Jesucristo en los Vencedores es todavía un futuro acontecimiento histórico. Sin embargo, uno debe vivir incluso ahora de acuerdo con los principios y la revelación de la Fiesta de Tabernáculos, aunque el cumplimiento de esta fiesta aún no se haya manifestado en su tiempo corporativo histórico designado.

El mismo Juan escribió que la "revelación de Jesucristo" todavía debe suceder pronto (Apocalipsis 1: 1). Juan escribió esto en el 96 dC, que fue cerca de 63 años después del día de Pentecostés en Hechos 2. Si Juan mismo habló de eso como un día en el futuro, entonces el día de Pentecostés no fue el cumplimiento de la gloria que Juan vio en este libro. Tampoco había experimentado todavía él ni los otros discípulos, esa revelación final de Cristo en sí mismo. También Pedro nos exhorta en 1ª Pedro 1: 13,

13 Por lo cual, estad preparados para la acción, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá en la revelación [apokalupsis] de Jesucristo.

Al igual que Juan, Pedro también habla de esto como un evento futuro. Él dice en 1ª Pedro 4: 13,

13 pero en la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos; para que también en la revelación [apokalupsisde su gloria os gocéis con gran alegría.

La cuestión es que incluso ahora Cristo mora en nosotros, pero Él está velado. Uno sólo puede ver a Cristo por discernimiento espiritual. Pero hay un día que viene cuando Cristo se dará a conocer en los hijos de Dios. Entonces el potencial estará ahí para que todos lo veamos en los hijos de Dios. Si usted encuentra esto difícil de entender, usted no está solo. El discípulo de Jesús, Felipe, luchó con esto también. Leemos sobre esto en Juan 14,

8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo: ¿He estado tanto tiempo con vosotros, y todavía no has llegado a conocerme, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo dices, muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre en Mí?

Jesús era el Hijo manifestado del Padre. Para ver al Padre, bastaba con ver a Jesús, porque el Padre estaba en Él, y los dos eran uno. Del mismo modo, en el siguiente nivel, Jesús es la Cabeza, y los "hijos de Dios" son su Cuerpo. Cuando se manifieste el Cuerpo, entonces los hombres verán a Jesús en ellos, porque ellos serán uno con Él. Esto no quiere decir que Jesús reemplazó al Padre, o que los hijos de Dios reemplazarán a Jesús, el Hijo de Dios. No es una cuestión de sustitución, sino de unidad y de manifestación. Así como Jesús glorificó al Padre manifestándolo en Él, en lugar de manifestarse a Sí mismo, así también los hijos de Dios glorificarán a Cristo manifestándolo a Él, en lugar de a sí mismos.

El objetivo de esta manifestación no es para llamar la atención y la gloria, sino para mostrar la forma para que todos los hombres puedan encontrar el camino a la presencia plena de Dios. El propósito de manifestar a Cristo a un mundo perdido y moribundo es encontrarlos y mostrarles el camino a la vida en el Santo de los Santos. Es dar ejemplo, como hijos patrón, para que todos puedan conocer a Dios como lo conocen ellos.

Ap. 1: 7 sí dice que "todo ojo le verá", pero no nos dice cuándo o cómo. La mayoría asume que será inmediato, pero la Escritura no dice eso. El libro de Apocalipsis es un relato más detallado de cómo eso se llevará a cabo. Es la historia de la revelación de Jesucristo, porque esa es la meta de la historia y el propósito de ese libro.

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