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Libro: EL PROPÓSITO DEL DESIERTO Por Dr. Stephen E. Jones

¡UNA JOYA DE LIBRO! 
SOLO 15 PÁGINAS muy edificantes.
Para los que pensábamos saber mucho sobre el desierto.

EL PROPOSITO DEL DESIERTO
Por
el Dr. Stephen E. Jones

(14 Páginas)

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Capítulo 1 
El Propósito del Desierto

 

Introducción

Antes de que David pudiera gobernar Israel como el rey, Dios lo entrenó en el desierto durante muchos años. El Rey Saúl, sin cuyo entrenamiento David nunca podría haberse convertido en un vencedor, había sido el rey de Israel por diez años previo al nacimiento de David. Saúl se había coronado en el día de la siega del trigo (1 Samuel 12:17) que pasó a llamarse “Pentecostés”. Era el día en que el sacerdote ofrecía a Dios una ofrenda vegetal nueva de trigo, indicando el comienzo de la cosecha de trigo (Levítico 23:15-17).
Mostramos en nuestro libro, El Trigo y los Asnos de Pentecostés, que Rey Saúl era un tipo de la Iglesia bajo Pentecostés, mientras David era un tipo de la Iglesia bajo la unción de Tabernáculos. Ya nosotros hemos concluido la Era de Pentecostés que empezó en Hechos 2. Rey Saúl reinó 40 años. Fueron 40 años del ministerio de Jesús (30-33 D.C.) a la Guerra Romana que destruyó Jerusalén en el año 70 D.C. y concluyó con la toma de Masada en 73 D.C.
En escala más amplia, fueron 40 semanas de años (Sábados) o 40 x 7 años del ministerio de Jesús a la caída del Imperio Romano pagano en 310 D.C. Cuarenta semanas de años son 280 años. Jesús empezó su ministerio en 30 D.C. después de que Juan fue puesto en prisión. Cuarenta “semanas” después fue el año 310 D.C., cuando Constantino conquistó el Imperio Romano. Jesús fue crucificado en 33 D.C., y el día de Pentecostés vino aproximadamente siete semanas después. Cuarenta “semanas” (280 años) después nos trae al Edicto de Constantino de Milán que formalmente acabó con la persecución de los cristianos.
En escala más amplia todavía, ha habido 40 jubileos desde los eventos en Hechos 2 hasta llegar al año 1993 D.C. Éstos son 40 ciclos de 49 años durante el cual la Era de Pentecostés se ha repetido. Fue el período en que la Iglesia ha gobernado como el Rey Saúl con unción de Pentecostés.
Es ahora el momento para un nuevo movimiento del Espíritu, una unción plena, una mayor unción de la Fiesta de Tabernáculos. Aquellos que gobiernen en la Era venidera serán aquéllos identificados con el Rey David, en lugar de con el Rey Saúl. Éstos no son solo cristianos, son los vencedores. Hay muchos que, como Saúl, temen a los vencedores y les obligan a correr por sus vidas al desierto afuera de la estructura denominaciónal. Tales personas y denominaciones son llamadas para ayudar a los vencedores a aprender la dependencia total en Dios y oír Su voz. Los Saúles en la Iglesia tienen un sagrado llamado, y los David del entrenamiento en el desierto les deben una gran deuda.
Saúl fue llamado para ser el rey después de una semana de aviso solamente (1 Samuel 10:8). Dios no se tomó el tiempo para entrenar a Saúl, porque él era de la tribu de Benjamín, no de Judá. El cetro sería dado a Judá, no a Benjamín (Génesis 49:10; 1 Crónicas 5:2). Fue la voluntad de Dios que Saúl fuera rey—e incluso de llevar una dinastía perpetua (1 Samuel 13:13). Pero al final lo que Dios quería era que Saúl fallara ya que se había establecido que el verdadero Rey vendría de Judá.
Aun así, la Iglesia bajo Pentecostés en los últimos 2,000 años se formó principalmente con los discípulos de Jesús que eran de Galilea. Quinientos años antes la tribu de Benjamín se había establecido en los pueblos al norte de Jerusalén (Nehemías 11:31-36), mientras que la tribu de Judá se había establecido en los pueblos al sur de Jerusalén (Nehemías 11:25-30). Cuando Jesús nació, Galilea alojaba a la mayoría de los benjaminitas, mientras que Judea era casa para Judá. Cuando Jesús escogió a sus discípulos de Galilea, Él estaba escogiendo a los hombres de Benjamín, porque la Era de Pentecostés estaba por venir. Incluso Pablo (Saúl) era un benjaminita (Filipenses 3:5). Pentecostés fue el día en que la nueva compañía de Saúl se coronaba como Rey.
Así como Saúl fue un rey bueno a lo largo de su primer año y avanzando en su segundo, también la Iglesia recién formada “reinó” bastante bien en su primer siglo—es decir, en el primer ciclo de jubileo y entrando en el segundo. Conquistaban a los hombres por medio del amor y por el poder del Espíritu. Los enemigos fuertes fueron golpeados con la palabra de Dios era una espada afilada que podía dividir alma y espíritu al mismo tiempo que discernía los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). No necesitaron ninguna fuerza de armas físicas, porque tenían una mayor y más poderosa espada conquistadora. No hubo persecución que hubiera podido vencer a la Iglesia, aunque muchos fueron martirizados, primero por los judíos, y después por los griegos y romanos.
Mientras el tiempo pasaba, sin embargo, la Iglesia de Saúl desobedeció a Dios y se negó a arrepentirse, así fue como el Rey Saúl hizo en su segundo año (1 Samuel 13:1). Eventualmente, Dios desamparó a Saúl y le dijo a Samuel que ungiera a un nuevo rey—David. Así también, cuando la Iglesia se volvió una religión y perdió su primer amor, Dios la desamparó y llamó al siguiente cuerpo de creyentes para ser el rey futuro sobre la tierra. Éstos eran la compañía de David, los vencedores.
Durante los siglos siguientes, Dios entrenó a este cuerpo de gente por persecución en manos de la Iglesia de Saúl. Aunque muchos fueron martirizados por su fe, ellos vivirán de nuevo en la primera resurrección, porque ellos estarán vivos en la tierra para ver y experimentar el cumplimiento de la Fiesta de Tabernáculos. Ellos gobernarán en la era que está por venir—la de Tabernáculos. Algunos llaman esto el Milenio; otros lo llaman la Era Mesiánica o la Era del Reino. Cualquiera sea la terminología, es la era dónde la compañía de David, los vencedores, trae justicia a la tierra por medio de la unción de Tabernáculos. Es su llamado como el cuerpo de Cristo traer del cielo a la tierra. Es su llamado a manifestar Cristo al resto de las personas en la tierra, para que la gloria del Señor cubra la tierra como las aguas cubren el mar (Habacuc 2:14). Lo que Pentecostés NO pudo terminar —porque era débil a través de la levadura (Levítico 23:17)— la Fiesta de Tabernáculos completará esta tarea de llenar la tierra de Su gloria. Los profetas nos dicen que entonces el Reino de Dios crecerá poderosamente hasta que llene la tierra entera (Daniel 2:35).
Entonces vendrá el fin, y Dios levantará los muertos, pequeños y grandes, antes del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15). Parecería que la Era de Tabernáculos durará aproximadamente 1,000 años (Apocalipsis 20:5-7). Esto encaja con la medida profética del Tabernáculo de Moisés dónde el Lugar Santo era 20 x 10 x 10, o 2,000 codos cúbicos. Esto representa la presente Era de Pentecostés, un período de aproximadamente 2,000 años. El Lugar Santísimo, por otro lado, mide 10 x 10 x 10, o 1,000 codos cúbicos. Esto representa la Era de Tabernáculos en años.

El Entrenamiento de David en el Desierto

David estuvo en el desierto y en las cuevas para llegar a estar en un lugar de madurez. Él necesitó el carácter de Cristo para poder gobernar a la gente sabiamente y con justicia y rectitud. Aquéllos que siguen en sus pasos como vencedores no deben ser sorprendidos si son también son expulsados de la Iglesia o denominación durante un tiempo. Esto, también, debe ser visto como una bendición de Dios y quizás una indicación de una llamada superior. Sin embargo, no todos que sean expulsados de una Iglesia son vencedores. Sólo ésos que aprenden las lecciones de David son vencedores. Sólo aquéllos que entran en una relación con Dios que lleva a la manifestación de los Hijos de Dios son de la compañía de David.
David no estuvo para siempre en el desierto. Llegado el momento él tuvo que volver para ser coronado rey de Israel. Estuvo en el desierto sólo para entrenamiento. Su entrenamiento era temporal. Su ministerio verdadero estaba en Israel. La herencia de David, su ministerio, su llamado, no estaba en las cuevas del desierto, sino en Israel. Igualmente, Israel bajo Moisés no fue llamado al desierto para permanecer allí para siempre. Su herencia era Canaán, no el desierto. El desierto era sólo el campo de entrenamiento para la Tierra Prometida.
El propósito del desierto es volver a ministrar. El desierto no es un fin en sí mismo. No es la meta, sino los medios para la meta. Es el lugar dónde Dios enseña a los vencedores que Él es soberano, que Él es su protección, su refugio y fuerza. Es el lugar dónde los vencedores aprenden que sus vidas están en las manos de Dios y completamente a Su disposición. Si Él quiere que vivan, ellos viven. Si Él quiere que mueran, ellos mueren. Los vencedores pierden su miedo a la muerte o a las circunstancias, porque ven la mano de Dios en todas las cosas. Saben que nada pasa a espaldas de Dios. Nada pasa a menos que Dios lo haya dirigido o permitido. Y encima de todo, los vencedores aprenden que todas las cosas trabajan juntas para su bien (Romanos 8:28). Ellos han aprendido que el vivir es Cristo y el morir es ganancia (Filipenses 1:21).
El desierto lo pone a uno delante de Dios cuando uno se encuentra en medio de la miseria. El desierto es donde usted aprende que Él lo mantiene en medio de la miseria, en las situaciones imposibles, para que Él pueda mostrar lo que ES posible, y lo que ES fácil, una vez nosotros nos hayamos superado y aprendido a descansar en Él.

Sabiendo por Experiencia

Yo he estado en muchas situaciones imposibles, sobre todo en cuanto a la provisión de Dios. Hace años, Dios realmente se reveló a mí, y llegó a ser donde yo sabría que si me encontrara algún día en el medio del desierto de Sahara, de algún modo Dios proveería, porque Él siempre lo había hecho. Él produciría maneras muy fuera de lo común de proveer al último minuto, a la undécima hora. Cuando todo parecía imposible, Dios lo hizo y pareció tan fácil.
Cuando usted tiene algunas experiencias de ese tipo en carne propia, usted sabe exactamente por experiencia que Él provee. No lo está sabiendo con un conocimiento cerebral. Usted está sabiendo por experiencia. Todos necesitamos llegar a tener esta conclusión por experiencia, y no sólo tener un conocimiento cerebral sobre lo que las Escrituras enseñan acerca de otros santos.
A menudo, nosotros pasamos por la vida en nuestra experiencia cristiana, y nosotros hablamos sobre las experiencias de los grandes hombres de Dios, pero estas experiencias no tienen nada que ver con nosotros. Nosotros sentimos que Dios hace esta clase de cosas con los santos bíblicos, pero no con personas ordinarias como nosotros. Empero estos hombres eran personas ordinarias, también. Nosotros los llamamos santos hoy, pero cualquier santidad que ellos podían haber logrado fue totalmente a causa del entrenamiento de Dios. Nosotros tenemos que verlos como ellos eran, cuando nacieron, igual que nosotros, cuando ellos mojaron sus pañales al igual que como nosotros, cuando ellos eran así inmaduros como nosotros fuimos también. Necesitamos bajarlos a nuestro nivel. Esto no es para deshonrarlos, sino para hacer las Escrituras más accesibles a nosotros.
Recuerde, Elías era un hombre sujeto a pasiones (Santiago 5:17), al igual que nosotros. Saúl era como nosotros somos, Moisés era como nosotros somos. Todas estas personas eran de muchas maneras iguales, tal como nosotros somos hoy, y estos ejemplos se relatan con el fin de educarnos. Nosotros pasamos por el mismo tipo de entrenamiento que la Biblia describe.
Así a través del sufrimiento, nosotros aprendemos sobre Su provisión. De la condenación, nosotros aprendemos sobre lo que es misericordia y amor. A través de la esclavitud y encarcelamiento, nosotros aprendemos sobre el jubileo del perdón absoluto. Entonces en un momento determinado Dios nos saca del desierto y nos pone de nuevo en el mundo o con aquéllos que permanecen en la casa de Saúl para que nosotros podamos ministrar a aquéllos que todavía se aferran a sus becerros dorados de idolatría del corazón.
Así si usted se ha alejado fuera de la Iglesia, no se sorprenda si algún día Dios lo lleva de regreso a la Iglesia. Usted tendrá que volver algún día cuando pueda ser de ayuda a ellos y comparta la verdad en amor cuando Dios dé la oportunidad.
Si usted es echado fuera de la iglesia de nuevo, puede ser que ellos todavía no estén listos para oír la palabra que ha sido llamado para compartir. Pero, si es así puede que, a lo mejor usted todavía no esté totalmente equipado para ministrarles a ellos. Es fácil culpar a la Iglesia de su inmadurez y su ceguedad. Es fácil condenarlos por no ver todas las verdades doctrinales que Dios nos ha mostrado a nosotros. Pero nosotros debemos reconocer que los cristianos en los sistemas de denominaciones de la Iglesia están precisamente donde Dios los ha puesto. Si ellos no estuvieran allí, usted no tendría un ministerio. Si ellos estuvieran esperando ávidamente por la verdad que usted tiene para ellos, ellos no pondrían todo lo que usted ha aprendido a prueba.
El hecho es que usted los necesita a ellos tanto como ellos lo necesitan a Ud. Ellos pueden necesitar la Palabra que usted tiene para ellos, pero usted los necesita como su barómetro para saber si usted realmente ha aprendido a hablar la verdad en amor. Hay posibilidades que ellos no podrán oír ninguna verdad que usted tenga para ellos a menos que haya sido hecha entendible por el amor de Cristo en usted y por el poder de Su Espíritu. Mientras más sea como Cristo, mayor será su habilidad de cambiar las vidas de hombres para mejor. Y esto, después de todo, es de lo que se trata.

La Pauta

Cuando Israel había estado en el desierto durante 40 años, estuvieron quejándose casi diariamente. Ellos habían desobedecido y se habían negado a oír Su voz. Su testimonio fue triste. El propio Moisés se quejaba. Moisés le dijo a Dios, “¿Por qué me has dado este trabajo para hacer? ¿Por qué este ministerio? ¡Esto es terrible!” Pero cuando todo fue dicho y hecho, Moisés reconoció que su ceguera y su sordera eran porque DIOS no les había dado ojos para ver u oídos para oír. Moisés les dijo en Deuteronomio 29:4,
4 Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.
Moisés nunca pudiera haber reconocido la soberanía de Dios de esta manera, si no hubiese tenido que pasar 40 años en el desierto en el campamento de entrenamiento de Dios antes de poder si quiera sacar a Israel de Egipto. Esa experiencia de desierto, mientras cuidaba las ovejas de Jetro, fue su entrenamiento en el desierto antes de que Dios lo hiciera regresar a la Iglesia para llevarlos al mismo desierto para ser entrenados por Dios. ¿Y quién sería mejor para llevarlos que Moisés, ya que él había estado allí? Moisés pasó años como pastor de ovejas para aprender cómo llevar el rebaño de Dios suavemente. A Moisés se le hizo regresar a la Iglesia, a Egipto, y al mundo para hacer un trabajo. Era un trabajo duro, pero al fin y al cabo, eso era el propósito de su entrenamiento. Paciencia, amor, y perdón no son fácilmente inculcados en nosotros. Como Moisés, Jesús entró en el desierto durante 40 días y entonces volvió para ministrar a la gente. La pauta es bastante parecida. Jesús salió para Su último examen, administrado por el diablo. Él pasó el examen y volvió como un calificado Siervo del Evangelio.
Ésta es la última pauta para todos los que han sido llamados a dejar la Iglesia durante un tiempo. Pero dejar la Iglesia no es la última solución. Dejar la Iglesia es para obtener entrenamiento en el desierto, para que nosotros podamos ser entrenados para servir a la Iglesia en un momento futuro.
Un vencedor es llamado para gobernar. Un gobernante bíblico también es un juez. Para ser un juez, uno debe saber la ley y cómo aplicarla en cada situación con la mente de Cristo. Para hacer esto, uno debe ser equilibrado perfectamente en la ley y gracia, en justicia y misericordia, en disciplina y amor. Un juez es uno que ha aprendido bajo la mente de Dios y puede discernir Sus maneras. Juzgar y discernir provienen de la misma palabra griega en el Nuevo Testamento. Nosotros necesitamos discernimiento, para que podamos ver lo que Dios está diciendo y llevar a las personas por camino de Dios hacia la Tierra Prometida.

Otro Propósito

Dejar la Iglesia y tener la experiencia del desierto tienen otro propósito. No es sólo para entrenarnos, sino es para nuestra propia débil fe y conciencia. Nosotros necesitamos estar solos con Dios. Necesitamos oír Su voz. Cuando entramos en el desierto normalmente no nos damos cuenta que necesitamos ser entrenados. Por consiguiente, nosotros objetamos vigorosamente a esta escuela. Yo sé esto por experiencia personal.
Cuando Él me trajo al desierto en 1981 y 1982, fue un susto real para mi sistema. Pensé que yo era bastante sofisticado en la doctrina y bastante maduro espiritualmente. Pero entonces mi di cuenta que no sabía absolutamente nada. ¡Cuando miro atrás ahora, apenas puedo creer cuán ignorante era —y probablemente todavía soy! Déme otros diez años más, y entonces sabré cuán ignorante soy hoy.
Somos llevados al desierto, no tanto debido a la corrupción en la Iglesia de Saúl, sino porque NOSOTROS necesitamos el entrenamiento. Tendemos a pensar que Dios nos aleja porque la Iglesia está sucia, y nosotros no debemos tocar una cosa sucia. Creemos que hemos de salir para no ser contaminados por la Iglesia. Bien, hay un elemento de verdad en ese parecer. Sin embargo, hay otro lado de eso. Si fuéramos a recibir una gran revelación de verdad, antes de que nuestra fe y conciencia fueran lo suficiente fuertes para manejarla debidamente,  probablemente haríamos más daño que bien al tratar de obligar a la Iglesia a ver la verdad revelada. Permítame explicarme:
El Nuevo Pacto viene con un trabajo para hacer. 1 Corintios 8 nos da esta descripción del trabajo en versos 1-3:
1 En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. 2 Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. 3Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él.
¿Usted ve la diferencia entre el conocimiento y amor? El conocimiento solo no es suficiente. Si todo lo que tenemos es conocimiento, eso tiende a hacernos arrogantes. No es que el conocimiento sea malo o indeseable. De hecho el conocimiento es muy bueno. Pero el conocimiento sin amor es nada. Amor—no conocimiento—es lo que edifica. Entrenamiento en el desierto no es tanto para crecer en conocimiento, sino más bien es para entrenarnos en el amor divino.
Cuando las personas hablan de la verdad sin amor, ellos no sólo son un címbalo resonando, sino que ellos realmente hacen daño a los oídos de la gente. Yo he visto bastante daño hecho por gente celosa que tienen un poco de conocimiento, y yo mismo también he hecho mi propia cuota de este daño. Pablo nos dice que sigamos la verdad en amor (Efesios 4:15). Cuando somos capaces de hacer eso, entonces estamos listos para el ministerio, porque entonces empezamos a entender la mente de Dios. No necesitamos enseñar a la gente los datos de la Biblia; necesitamos mostrarles la mente de Dios. Pablo continúa en 1 Corintios 8,
4 Acerca, pues, de las viandas que se sacrifican a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. 5 Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), 6 para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él. 7 Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina.
¿Qué está diciendo Pablo realmente aquí? ¿Qué es esta carne sacrificada a los ídolos? Permítanos regresar a Levítico 17:7 a echar las bases de la ley a que Pablo se refería,
7 Y nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado; tendrán esto por estatuto perpetuo por sus edades.
Usted puede encontrar otra referencia a esto en Números 25:2, dónde la gente comió ilegalmente de los sacrificios hechos a los dioses de Moab.
Es esto lo que aquí Pablo nos está enseñando: La ley dice, “no coma carne sacrificada a los ídolos.” ¿Pero que es un ídolo? Para quien que tiene una conciencia fuerte no existen ídolos. Pero para uno que tiene una conciencia débil, no puede comer esta carne sin sentirse contaminado. Tal persona se siente condenada y no puede comerla en buena conciencia.
En la carne hay algo más que simplemente carne física. La enseñanza bíblica y algo que usted oye como una Palabra de Dios es carne espiritual. ¿Pero qué pasa si usted va a una Iglesia y usted oye una predicación que ofrece la Palabra de Dios a los ídolos del corazón del predicador? Las tradiciones de hombres que son contrarias a la verdadera Palabra son todas “la carne sacrificada los demonios.” ¿Es usted contaminado oyendo estas tradiciones? Oír es “comer”.
¿Lo contaminaría si usted permanece en su asiento? ¿Usted sería capaz de oírlo, meditarlo, masticarlo, y procesarlo espiritualmente?
Si usted se contamina con eso, quizá usted necesite más entrenamiento en el desierto para fortalecer su conciencia y su fe. Quizás todavía usted no esté listo para ser enviado de nuevo a la Iglesia, porque usted es todavía débil y se contaminaría por toda esa “doctrina falsa”. Si su conciencia está todavía débil, y usted se siente contaminado, usted probablemente se levantará y se retirará en protesta, o interrumpiría la reunión de una u otra manera. La gente a su alrededor probablemente no quedará muy impresionada con su conducta. Ellos le perderán el respeto, no porque tengan una creencia diferente, sino debido a su actitud e intolerancia. La intolerancia proviene de una conciencia débil y hace que los hombres se ofendan fácilmente. Salmo 119:165,
165 Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.
Aquéllos que se enojan, o quienes que están ofendidos o encolerizados, normalmente pierden el respeto de aquéllos alrededor de ellos. El respeto puede recobrarse pidiendo el perdón humildemente, pero la mayoría de las personas no hacen esto, porque ellos se sienten justificados en su enojo. Esto es lo que Pablo quiere decir cuando él habla de una conciencia débil, es fácilmente ofendida. Antes de que nosotros podamos ser eficaces en nuestro ministerio a los demás—incluyendo a otros cristianos en la Iglesia, tenemos que tener una conciencia más fuerte, que no se ofenda por la comida ofrecida a los ídolos.
Una vez que usted ha tenido su entrenamiento en el desierto y su fe es fuerte, y usted sabe lo que es la verdad, y usted sabe enseñarle la verdad a la gente en amor, usted puede regresar al mundo o a la Iglesia y puede escuchar cualquier pasaje de la Biblia que el predicador pueda sacrificar al ídolo de su propio corazón—sin que eso lo contamine ni lo ofenda. De hecho, usted estará escuchando la voz de Dios en todo momento, e incluso en medio de este sacrificio impío, usted puede oír a Dios hablarle alguna verdad que usted nunca había sabido.

No Es Lo Que Entra En Usted

En Mateo 15 Jesús les dio esta misma lección a Sus discípulos. Este capítulo empieza con una discusión sobre las tradiciones de hombres. Los escribas y fariseos le preguntaron a Jesús por qué Sus discípulos no se lavaron sus manos antes de comer. Los discípulos no se preocupaban por suciedad o gérmenes. Los escribas y fariseos tenían una tradición donde ellos debieran de purificar sus manos antes de comer. Ellos hicieron esto con verter agua en sus manos, así como los vasos santos del tabernáculo de Moisés y otras cosas fueron purificadas salpicando agua en ellos.
La respuesta de Jesús fue que los escribas y fariseos se preocupaban más por sus tradiciones que por la ley de Dios. Él dijo que sus tradiciones realmente habían negado la ley divina.
10 Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: 11 No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
Jesús realmente no estaba hablando sobre la comida física. Él estaba hablando sobre las tradiciones de hombres que se oponían a la ley divina. Las tradiciones de hombres que vinieron de las bocas de los escribas y fariseos contaminaban a la gente. Estas tradiciones de hombres son llamadas “excremento” en el libro de Ezequiel. De hecho, Ezequiel usa el término “excremento” para significar “ídolo”. Nosotros hemos enseñado sobre este principio en nuestro libro, Las Leyes de Ajenjo y Excremento.
Jesús explicó después a Sus discípulos en Mateo 15:16-20 que cualquier comida espiritual que usted “come” es procesada (discernida) en el estómago y la que no puede ser digerida es eliminada indemnemente como excremento. Pero el problema real viene cuando la comida, después de estar procesada, y después de que se ha vuelto excremento, ha regresado a través de la boca y es distribuida a la gente como las tradiciones de hombres.
Nosotros debemos ser suficientemente maduros como para poder comer de todos los tipos de comida, incluso lo que se ha sacrificado a los ídolos. Algo que no puede ser digerido será eliminado como excremento, y no nos afectará. Pero si nuestros estómagos están débiles, nosotros probablemente “vomitaremos” y empezamos a arrojar algunas tradiciones nuestras.
¿Usted entiende el punto? Nosotros debemos poder volver al mundo para hacer el trabajo de Dios como embajadores de reconciliación sin estar contaminados por la comida del mundo que ha sido sacrificada a los ídolos. Pero si regresamos mientras todavía estamos débiles en fe y conciencia, la comida del mundo nos contaminará. Por eso Dios nos trae al desierto para entrenamiento.
Asociarnos con los babilónicos, o con los cananeos, o con la Iglesia, o con el mundo, no nos contamina. Jesús lo hizo todo el tiempo. Él se asoció con todas las clases de pecadores sin contaminarse. Pero los fariseos no podían hacer esto, porque ellos tenían una conciencia débil. Ellos no querían ser corrompidos por todos esos pecadores. Jesús fue y comió con los pecadores. Él no tenía ningún problema en absoluto. ¿Por qué? ¿Era porque los pecadores eran tan justos? No. Él reconocía su problema, pero pudo comer con ellos y no se contaminó, aun cuando ellos todavía creyeron tradiciones que eran de idolatría del corazón.

Hablando La Verdad En Amor

Y así debe ser con nosotros. Comer lo que hombres dicen o enseñan no nos profana. Lo que sale de nuestra boca nos contamina. Pero mientras nuestra conciencia (el estómago) esté débil, nosotros a menudo somos llamados a salir de la Iglesia e ir al desierto para vivir una vida separada. Esto es tanto para proteger la Iglesia de nuestra incapacidad de hablar la verdad en amor como para mantener nuestra conciencia limpia de la contaminación.
Él nos separa durante un tiempo, porque la Iglesia necesita ser protegida por Dios de vencedores "auto-justificados" que intenta golpear a la Iglesia con la verdad. ¿Ésta es una palabra dura? Bien, usted debe reconocer como Moisés que es Dios el que ha cegado los ojos de los hombres a la verdad. Ellos no están tan interesados en saber la verdad de la misma forma que nosotros. Nosotros pensamos que tenemos una tremenda obligación para forzar a los de la Iglesia saber la verdad inmediatamente, y que nosotros tenemos que abrir sus ojos a la fuerza aun cuando esto los mata. ¿Si usted obliga a alguien a abrir los ojos cuándo están durmiendo, ellos le agradecerán y lo bendecirán? Probablemente no. Probablemente ellos darán una bofetada en su cara o lo maldecirán.
Dado que Dios les ha cegado los ojos, nosotros simplemente necesitamos pedirle a Dios que nos muestre a quienes Dios actualmente les está quitando la ceguera, para que podamos estar libres para compartir la Palabra en amor con aquellos que ya no tengan ceguera. Nosotros somos llamados para hablar, pero sólo el Espíritu Santo puede llevar a los hombres en la verdad (Juan 16:13). No intente forzar la verdad en las personas cuyos oídos todavía no estén abiertos por el Espíritu Santo. Aun cuando ellos oyeran serían incapaces de actuar en esa Palabra o de creerla. Usted sólo lograría hacerlos sentirse responsables de una Palabra que sería para ellos imposible de obedecer, y ellos sólo entrarían en más condenación. ¿Si Dios mismo no está tan preocupado de revelar la verdad de una vez a todos, por qué nosotros debemos de estar tan preocupados? No debemos responsabilizarnos por algo que Dios es responsable de haber hecho. Nosotros somos pobres sustitutos para el Espíritu Santo.
Si nosotros sólo pudiéramos descansar en esto, sólo hiciéramos lo que vemos a nuestro Padre hacer, y sólo dijéramos lo que nosotros oímos a nuestro Padre decir, entonces nosotros podríamos dejarnos ser ciegos y sordos, sólo hasta que Dios esté listo para quitar la ceguera de nuestros ojos y destapar nuestros oídos. Sin embargo nosotros siempre debemos estar listos para hablar la verdad en amor. Si nosotros hacemos esto con una actitud de perdón y la preocupación genuina, muchas personas lo reconocerán en seguida. Ellos normalmente rechazan una Palabra porque no es dicha en amor. Eso realmente es lo que ellos están rechazando, porque sus estómagos están demasiado débiles para aceptar la verdad dicha con una actitud incorrecta.
Yo he hablado con muchas personas que han dicho que ellos intentaron decirles la verdad a sus vecinos, y los vecinos con mucho desprecio desecharon dicha verdad. Una persona dijo, “¡yo intenté decirle la verdad a mi pastor, pero yo fui desmembrado!” Bien, quizás toda la culpa no sea de aquéllos que rechazaron la verdad. Ellos no pueden ver hasta que Dios abra sus ojos. Ser quizás “desmembrado” era la manera de Dios para traer otro vencedor al desierto para más entrenamiento.
Por otro lado, si nosotros somos espirituales, si nosotros hemos estado en el desierto, si nosotros hemos estado solos con Dios y hemos oído Su voz, entonces nosotros somos responsables para ser suficientemente maduros, suficientemente amantes, suficientemente perdonadores, para poder ministrar la verdad a ellos en amor. Nosotros normalmente somos más celosos que Dios, mucho más impacientes que Dios, pero si creemos de verdad que Dios es soberano,  aprenderemos a descansar en Él y sólo estar preocupados de hacer lo que vemos a nuestro Padre hacer, y decir lo que nosotros oímos nuestro Padre decir. Nosotros seremos el Amén de Dios, haciendo eco de sólo Su voz, así como Jesús hizo (Juan 5:19; Apocalipsis 3:14).

Yendo Más Allá De Pentecostés

Israel salió de Egipto en esa primera Pascua (Éxodo 13:3, 4). Dejaron Egipto y entraron en el desierto para Pentecostés en el monte Sinaí. Se suponía que ellos iban a entrar en la Tierra Prometida en la Fiesta de Tabernáculos, pero no pudieron debido a su falta de fe.
El viaje de Israel a la Tierra Prometida es una alegoría histórica para todos nosotros. Casi todo el entrenamiento de Israel en el desierto reflejó la Era de Pentecostés de Sinaí a Canaán. Vemos en esto que el desierto es el lugar de Pentecostés. Pentecostés es lo que Hechos 7:38 llama “la congregación en el desierto.” Así, Pentecostés no es un fin en sí mismo, sino un propósito para el  fin. El propósito de Pentecostés es la Fiesta de Tabernáculos. El fin de la Era de Pentecostés no es el fin de la historia; es el principio de un tremendo nuevo ministerio. Es un ministerio del Nuevo Pacto que empezará a llevar todas las cosas a su cumplimiento de acuerdo al Plan divino.
La experiencia de los Tabernáculos es, creo, la graduación de Pentecostés dónde se nos prepara verdaderamente para regresar a la Tierra Prometida—el cuerpo glorificado—que todos nosotros perdimos a través del pecado de Adán. Ésta es nuestra verdadera herencia, el cuerpo fue hecho del polvo de la tierra y aun así era glorioso. Pablo dice que todos seremos transformados (1 Corintios 15:51), pero él no parecía saber precisamente con qué cuerpo nosotros nos manifestaríamos por ese día (1 Corintios 15:35). Aun así, Pablo supo que nosotros teníamos por lo menos dos ejemplos para mostrarnos como sería. Primero, la cara de Moisés fue glorificada (2 Corintios 3:7), pero fue una gloria de desvanecimiento, porque él estaba experimentando algo que estaba fuera de tiempo y antes de la venida de Cristo. Está sin embargo, secundariamente, el propio Jesús, quién brilló como el sol ante los discípulos en el monte de Transfiguración (Mateo 17:2). Ésta es nuestra herencia, nuestra Tierra Prometida.
Pero hasta ese día glorioso, nosotros vemos el atardecer de Pentecostés. Lo viejo está falleciendo; lo nuevo está amaneciendo más luminoso. Saúl está poniéndose más y más débil, mientras David se pone más y más fuerte (2 Samuel 3:1). Entretanto, cuando pasamos por nuestro desierto de Pentecostés, aprendemos las leyes de Dios en nuestros corazones. Él está escribiéndolas en nuestros corazones, para que nosotros podamos ministrar y juzgar todas las cosas. Él está escribiendo Sus leyes en nuestros corazones, para que podamos ministrar a otros.
Este derramamiento del Espíritu en Tabernáculos va a ser una unción fresca que el mundo nunca ha visto, excepto en vislumbres y de lejos. Será mucho más grande que cualquiera de las Fiestas de Pentecostés que haya habido alguna vez, y aquí es donde nosotros podremos tener finalmente la autoridad plena, la unción y la oportunidad de completar el trabajo que Él dijo que Él haría. Él va a hacerlo a través de nosotros. Ése es el propósito de nuestro entrenamiento.
El propósito del entrenamiento en el desierto es entrenar a un niño en su camino, y cuando él llegue a viejo (maduro, entrenado) no se apartará de él. Si Dios hace Su trabajo propiamente como el Padre perfecto, entonces cuando todo esté acabado, Él traerá a Sus hijos a madurez. Él empezó este trabajo, y Él lo terminará. Él es el Autor y Consumador de nuestra fe. Él es responsable de hacernos crecer a menudo a través de las experiencias duras. A menudo Él nos trae por vía de la disciplina, pero todo es con el propósito de la corrección. La ley de Dios es la cosa que sirve para el propósito de disciplina, para traernos a ser Hijos de Dios y a madurez. La ley no puede salvarle, ni puede justificarle; pero la es lo que Dios usa para enseñarnos y traernos a la madurez (Gálatas 3:24). Entonces viene llegar por completo a ser Hijo de Dios, la posición como Hijos, es la recompensa, la herencia, dónde nosotros llegamos a ser totalmente coherederos con Cristo.

Obras Mayores Que Éstas

Yo creo que el mundo verá milagros que nunca se han visto antes—las obras mayores que Jesús dijo que se harían (Juan 14:12). Esto producirá la más grande cosecha de almas que el mundo ha visto alguna vez. Justamente cuando la mayoría de los cristianos piensan que la cosecha estará acabada, se encontrarán en el momento del comienzo.
Los vencedores tienen otros mil años para enseñar al mundo. En la próxima Era las naciones fluirán al monte Sion en la Jerusalén celestial para aprender la ley del Señor (Isaías 2:2-4). Ellos no necesitarán viajar a la ciudad vieja de Jerusalén a un templo físico, ya que Cristo se manifestará a través de los vencedores quienes serán Su Templo. Ellos serán el “Sion” de la profecía también, como Hebreos 12:22 dice que el nuevo Sion no es el Sion viejo, igual que la Nueva Jerusalén no es la ciudad vieja en el medio oriente.
Sion es la ciudad de David donde él gobernó a Israel. Ésos que logran la primera resurrección son la compañía de David que son llamados para gobernar (Apocalipsis 20:4-6). Esto no está basado en la genealogía, sino en el carácter y relación con Jesucristo. Uno debe ser como David, “un hombre conforme a mi corazón [de Dios]”.
Habrá un nuevo Orden de Melquisedec que combina el gobierno con el sacerdocio, así como Jesucristo es Rey y el Alto Sacerdote. “Melqui” significa Rey. “Sadoc” significa Justicia y se refiere al sumo sacerdote bajo Salomón, el “Príncipe de Paz”. El reino de Salomón retrata el reino de paz en Jerusalén, “la Ciudad de Paz”.
Así si USTED es parte de esa Nueva Jerusalén, si USTED es parte de ese monte Sion, las personas vendrán a USTED y preguntarán, “¿Qué está diciendo Dios?” Usted podrá no sólo compartir con ellos lo que la Palabra del Señor es, sino también les enseñará cómo oír la Palabra ellos mismos. Usted les enseñará la ley divina y administrará la justicia según la mente de Cristo. Y cuando ellos aprendan a oír la voz del Espíritu por ellos mismos, esta ley empezará a ser escrita en sus corazones, porque ellos no la oirán meramente externamente, sino internamente. No simplemente sus acciones serán cambiadas sino también sus corazones, sus naturalezas, hasta que todos lleguen al lugar dónde todos tienen la mente de Cristo y manifiestan Su carácter.
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