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SATANÁS SE RÍE DE NOSOTROS, COMO DE LOS HIJOS DE ESCEVA, George H. Warnock


CAMINANDO EN LA SABIDURÍA DE LA CRUZ

Como los hijos de Esceva, podemos tener la fórmula correcta: 
“Ato este espíritu malo en el Nombre de Jesús”… pero rara vez se consigue algo porque no somos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales
 y así, nuestras palabras no son ni oídas ni obedecidas.

Ef. 3:9- “Y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio…” 

El Evangelio no es un mero mensaje declarado… ES UN SECRETO REVELADO. Porque la palabra “misterio” significa “secreto”… un secreto que ha sido revelado a aquellos que se han iniciado en eso.
En vano vamos a simplificar el evangelio presentándolo alegremente con talento musical, drama, marionetas o el arte de la retórica o la elocuencia de discurso. Es necesario que caigan escamas de los ojos ciegos de los hombres antes de que puedan “VER la dispensación del misterio”. No se trata de persuadir a los hombres a cambiar de religión.
“El dios de este mundo ha cegado las mentes de los incrédulos” (2ª Cor. 4:4). Los corazones de los hombres tienen que ser atravesados por la espada del Espíritu antes de que puedan VER.
“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria… Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1ª Cor. 2:7-10).
Nadie puede llegar a conocer a Dios a menos que los ojos ciegos y los oídos sordos sean abiertos. El evangelio es un “misterio”, un “secreto” que los hombres sólo pueden conocer cuando el Espíritu de Dios revela a Cristo a sus corazones.
“En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has REVELADO a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” (Lucas 10:21-22).
Jesús vino a revelar al Padre, a darle a conocer, a desvelar al Jehová-Dios del Antiguo Testamento. Esto lo hizo caminando en total unión con Él, diciendo sólo aquello que el Padre le daba a hablar, haciendo solamente lo que el Padre le daba para hacer. Nadie conoce al Padre a menos que el Hijo Lo revele. Y este es el Evangelio… quitar la ceguera de los ojos para que los hombres puedan ver y conocer a Dios. Pablo predicó de tal manera a Cristo en Galacia al caminar en la debilidad y fragilidad de su carne, que el Espíritu de Dios fluyó de su vida y de su mensaje y el pueblo VIO a Cristo, crucificado aún en medio de ellos (Gál. 3:11). Y al ver a Cristo, las escamas de oscuridad cayeron de sus ojos.
Dios nos ayude a comprender que no proclamamos el evangelio meramente con libros, palabras y canciones. Debe haber una revelación, un desvelar a Cristo mediante una ministración del Espíritu de Dios.

“Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer POR MEDIO de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales.” 

Lo que Pablo dijo antes sobre predicar las inescrutables riquezas de Cristo y sobre participar del secreto de Cristo, todo ello nos lleva a algo más: “PARA QUE…” El propósito de Dios en todo esto es que pueda haber una penetración de la sabiduría celestial de Dios en el ámbito terrenal. No se trata de una mera ministración terrenal: viajar de un lado para otro a todo lo ancho con un mensaje. Debe haber una penetración celestial de la sabiduría de Dios.
La gente sigue diciendo: “No nos centremos tanto en el cielo de modo que no sirvamos para nada en lo terrenal.” El Diablo comenzó ese dicho. Porque sabe que no servimos para nada en la tierra al no estar centrados en el cielo. No hemos podido penetrar en los cielos con “la multiforme sabiduría de Dios”, y por tanto, las potestades de la oscuridad permanecen inmutables, a la par que las potestades del Reino Celestial no son alertadas con lo que decimos o hacemos. ¡PARA QUE AHORA…! El propósito del evangelio no está ahí, en la mayor parte de nuestra predicación.
El propósito del evangelio es ATAR en el Cielo esas fuerzas que están sueltas en la tierra, y que deben ser atadas antes de que los hombres puedan ver y oír. La intención del evangelio es SOLTAR en el Cielo esas fuerzas del Reino que necesitan ser soltadas en la tierra. 
Como los hijos de Esceva, podemos tener la fórmula correcta: “Ato este espíritu malo en el Nombre de Jesús”… pero rara vez se consigue algo porque no somos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales y así, nuestras palabras no son ni oídas ni obedecidas. El apóstol nos dice que el propósito del evangelio es que la sabiduría de Dios sea revelada AHORA en los lugares celestiales por medio de la Iglesia. Reflexionemos en esto. Estamos aquí, en la tierra, en medio de todo el conflicto y la atadura terrenal. ¿Para qué habría de preocuparme sobre la revelación de la sabiduría de Dios a los principados y potestades en los cielos? ¡Dejemos esas cosas tan lejanas a un lado, y sigamos en nuestra tarea de predicar el evangelio por todo el mundo!
Repentinamente somos confrontados con el descubrimiento de que la sabiduría de Dios es la sabiduría de la Cruz; y que si no estamos caminando en el camino de la obediencia total a la voluntad de Dios ni identificándonos con la Cruz de Cristo—tampoco estaremos haciendo incursiones en el mundo de la oscuridad porque no seremos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales. Repentinamente descubrimos que SI NO SOMOS CONOCIDOS NI RECONOCIDOS AHÍ ARRIBA, TAMPOCO VAMOS A SERVIR DE MUCHO AQUÍ ABAJO.
Si pudiéramos creer esto, ¡Qué diferencia habría en nuestro enfoque completo sobre el ministerio del evangelio! Todo nuestro estilo de vida sería cambiado por completo. Nuestra vida de oración sería transformada en extremo. Porque cuando comenzamos a caminar en la obediencia de la Cruz, descubrimos que la misma atmósfera de la oración está impregnada con la voluntad de Dios y con el deseo de hacer solo aquello que Le es agradable. Nuestro único deseo sería convertirnos en vasos aprobados por Dios y no preocuparnos en absoluto por la aprobación de los hombres. Y entonces descubriríamos lo que Jesús quería decir cuando dijo: Si permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho” (Juan 15:7). Sabríamos como entregarnos al Espíritu de Dios para que a través de nosotros pudiera hacer “intercesión por los santos conforme a la voluntad de Dios”. Aprenderíamos a “orar en el Espíritu Santo: oraciones “fervientes”, “llenas de fuego”, bautizadas con el fuego del Cielo… oraciones que alcancen el trono de Dios.

Amados, vamos a tener que familiarizarnos más con el Cielo si es que vamos a ser de alguna utilidad terrenal aquí abajo. Tenemos que comenzar a penetrar los cielos con la sabiduría de Dios si es que vamos a ver como las escamas son quitadas de los ojos de los hombres y como son liberadas sus almas cautivas.


Estamos hablando de la Sabiduría de la Cruz. Señor, ¡Enséñanos a caminar en la sabiduría de la Cruz!

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